Escenas en la ciudad #14
Esto es un diario de la vida cotidiana inspirado en cosas que vi, escuché e imaginé en distintos lugares de la ciudad como, casi siempre, cafés
Viernes. 17:15. En la mesa de un café en Olivos un hombre y una mujer de unos 50 años hablan sobre temas variados.
“El del tercero lo tengo alquilado por dos años y el del primero lo estoy alquilando por Airbnb. Ya tengo dos reservas. Estoy re contenta, está buenísimo”, dice la mujer.
Parecen vecinos o compañeros de alguna actividad tipo running. Ninguno de los dos lleva alianza, él la escucha con atención y le pregunta cosas. ¿Tienen onda? Todavía no lo descifro.
“Laura no viene, dice que se le complicó”, anuncia la mujer mientras aleja el celular y lee la pantalla a través de unos anteojos de marcos gruesos y oscuros, cancheros. Y después retoma:
“No es que sea un ingreso wow, pero…”
“Te ayuda para remar”, termina la frase el hombre.
La conversación sigue en torno a un viaje a Estados Unidos que hizo ella hace poco. Ahora hablan sobre montañas rusas y simuladores. “Es volver a ser criatura un rato, está muy bueno, te lo recomiendo. Bueno, pero igual no nos desviemos. Quiero despotricar un poco más sobre esta gente”, dice ella.
Pienso en Only murders in the building, la serie que estoy mirando y trata sobre tres vecinos que resuelven los crímenes que se van sucediendo en un edificio en Nueva York. También pienso en “El encargado” —otra serie sobre vecinos—, en un relato que escribí en pandemia sobre un vecino fastidioso, en otro texto en el que le inventé una vida a una vecina de enfrente y todas las veces en las que pensé en escribir una novela sobre todo lo que sucede en un edificio.
Pero entonces descubro que no son vecinos. Despotrican sobre “los instructores” y hablan sobre barcos. Él es instructor de timonel, ella es su alumna estrella. Me apasiona el momento en el que empiezo a encajar las piezas del rompecabezas y resuelvo un misterio. Me agarra un brote de emoción que no se parece a casi nada. Es como cuando se me aparece una idea interesante para escribir, como cuando encuentro datos o testimonios que validan esa idea o como cuando logro encadenar un par de buenas frases.
Hoy quiero hablar sobre un tema en el que pensé durante toda la semana: la vuelta a ciertos lugares a los que ya no pertenecemos.
El martes volví a un taller de cerámica, actividad que hice entre 2016 y 2017 y pensé que me iba a encantar retomar, que me iba a hacer bien. Conseguí un lugar en un horario razonable —dato no menor ya que ahora están todos los talleres con listas de espera— corrí para llegar a tiempo y en los primeros minutos de clase pensé: “esto ya no me gusta”.
Soy así. Tiendo a querer volver a cosas que ya hice, a lugares en los que ya estuve, pero últimamente no me funciona. Tal vez nunca me funcionó y ahora lo veo con claridad. Me siento mejor cuando hago cosas nuevas.
“Me molesta cómo se sienta, me molesta el traveller, me molesta que tome mate. Yo soy tu polla. A mí me gustan las cosas bien hechas. El viento no me preocupa, lo que me preocupa son las maniobras. Cuando tengo que pensar qué hacer, me quedo en blanco hasta que engancho, ¿viste?, ¿lo notaste? Tengo que practicar más la virada por popa, ¿no?”.
No entiendo la mitad de lo que dice la mujer, pero aún así, no la aguanto. Me agota escucharla. ¿Para qué va si le molesta tanto su instructor? ¿Acaso todavía no entendió que no tenemos por qué volver a los lugares que no funcionan? Me voy del café con esta única escena sin saber si me va a servir para algo.
Escribo las ultimas hojas de mi cuaderno, lo que me produce la misma sensación que escribir las primeras. Es quizás la metáfora más real sobre aquello de que todo final es un comienzo y todo comienzo es un final.
Mi último cuaderno, este que estoy terminando, duró poco más de tres meses. Lo empecé el mismo viernes en el que escribí la primera entrega de este newsletter. No han sido meses fáciles. Fue un tiempo de buscar y buscar la salida de un laberinto del que no conocía nada. Meses de mucho esfuerzo, de nadar contra corriente y sin brújula, pero finalmente siento que voy saliendo, que veo tierra firme. Y de alguna manera este espacio ha sido mi norte. Gracias a los que están ahí leyendo, dándome coordenadas sin saberlo.
Si leíste hasta acá y no entendés de qué se trata este newsletter, el plan es este: ir a un café, pescar escenas, unirlas con cosas que veo, pienso y siento durante la semana. Escribirlas. Compartirlas acá.
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Nuevamente, gracias por leer.